En un momento crítico donde el control digital se convierte en un pilar clave del poder moderno, Rusia endurece sus restricciones sobre plataformas de mensajería foráneas. El 14 de agosto de 2025, WhatsApp, propiedad de Meta, denunció que el gobierno ruso estaba intentando bloquear el servicio de comunicación segura cifrada para millones de ciudadanos .
Rusia ha comenzado a limitar funciones de llamadas en WhatsApp y Telegram, alegando que ambas aplicaciones no colaboran con las fuerzas del orden en investigaciones relacionadas con fraude y terrorismo. La función de mensajería de texto y notas de voz permanece operativa, aunque la degradación progresiva del servicio —resultado de restricciones al ancho de banda o rutas más lentas— ya ha sido empleada en casos anteriores, como con YouTube .
Desde la invasión de Ucrania en febrero de 2022, Moscú viene expulsando a gigantes tecnológicos occidentales: Facebook e Instagram fueron bloqueados, YouTube fue ralentizado y cientos de multas fueron impuestas por incumplir regulaciones rusas sobre contenidos y almacenamiento de datos . Sobre este fondo, WhatsApp afirmó: “Es privada, cifrada de extremo a extremo y desafía los intentos de violar el derecho de las personas a comunicarse de forma segura. Por eso Rusia intenta bloquearla para más de 100 millones de personas en el país”, y aseguró que continuará trabajando para mantener la disponibilidad del servicio en Rusia .
Los datos son reveladores: en julio de 2025, WhatsApp contaba con 97.3 millones de usuarios mensuales en Rusia, mientras que Telegram alcanzaba los 90.8 millones. En tercer lugar estaba la plataforma estatal VK Messenger con apenas 17.9 millones . Esta situación coincide con el avance de “MAX”, una aplicación de mensajería impulsada por el gobierno que se integrará con servicios estatales. Legisladores influyentes ya migran hacia ella y animan a sus seguidores a hacer lo mismo .
La organización Human Rights Watch alertó sobre un cerco tecnológico cada vez más sofisticado que busca transformar el segmento ruso de internet en una plataforma aislada y completamente controlada . El nuevo marco legal aprobado también endurece la censura digital y establece sanciones para quienes busquen contenido considerado “extremista”, incluso mediante VPNs .
Frente a este escenario, la ofensiva de Rusia hacia WhatsApp y Telegram trasciende una disputa tecnológica: se erige como una maniobra clara para controlar las comunicaciones digitales de más de cien millones de personas. El cierre del espacio de comunicación segura abre interrogantes sobre la capacidad de la sociedad civil para resistir ante un Estado que consolida su dominio sobre el espectro informativo.
El desafío está planteado. ¿Podrá el cifrado seguir siendo un refugio de libertad, incluso cuando se enfrenta al poder del Estado? Y, sobre todo, ¿quién controlará la narrativa digital en el espacio ruso cuando la alternativa ya está en manos del poder político?
Este artículo, cargado de implicaciones para la privacidad, la libertad de expresión y el propio futuro de la internet rusa, queda listo para su publicación en el contexto del debate global sobre la soberanía digital y la defensa del derecho a comunicarse en libertad.