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Negocios América Latina

Mexicanos, terceros mayores inversores inmobiliarios en Estados Unidos

Su preferencia se concentra en estados con fuertes vínculos culturales y económicos, como Texas, California, Arizona y Florida.


El mercado inmobiliario de Estados Unidos tiene un nuevo protagonista con rostro latino. De acuerdo con cifras recientes de la Asociación Nacional de Realtors, los mexicanos se ubicaron en el tercer lugar entre los extranjeros que más invierten en la compra de viviendas en ese país, con un monto que superó los 4 400 millones de dólares en el último año. Un flujo de capital que no solo habla de poder adquisitivo, sino también de un cambio profundo en las dinámicas transfronterizas de migración, inversión y arraigo.

La preferencia de los compradores mexicanos se concentra en estados con fuertes vínculos culturales y económicos, como Texas, California, Arizona y Florida. No es casualidad: se trata de regiones con comunidades mexicanas consolidadas, oportunidades laborales y proximidad geográfica. En muchos casos, las propiedades adquiridas no solo funcionan como inversiones patrimoniales, sino también como residencias para familias que buscan movilidad entre ambos países o como una forma de diversificar activos frente a la volatilidad económica de México.

Este fenómeno ocurre en un contexto en el que los compradores extranjeros han reducido su participación general en el mercado estadounidense debido al encarecimiento de las tasas hipotecarias y al incremento en los precios de la vivienda. Aun así, México mantiene una presencia creciente, por encima de países como India y Canadá, y solo detrás de China y Colombia en volumen de inversión. La cifra de 4 400 millones de dólares coloca a los inversionistas mexicanos como un actor de peso en un sector que continúa marcando récords.

Analistas señalan que detrás de este auge se encuentra una clase media-alta mexicana cada vez más globalizada, con acceso a financiamiento internacional y una visión de inversión menos localista. La vivienda en Estados Unidos, aunque costosa, ofrece seguridad jurídica, estabilidad y plusvalía, factores que en ocasiones resultan más atractivos que el mercado doméstico. También incide la percepción de refugio: un activo tangible en el país vecino brinda certidumbre frente a ciclos de incertidumbre política o económica en México.

Sin embargo, este flujo millonario también plantea interrogantes. En ciudades como Houston, San Antonio o Los Ángeles, la llegada de compradores extranjeros, sumada a la presión de inversionistas institucionales, contribuye a elevar los precios de la vivienda y tensionar los mercados locales. Para los mexicanos, el atractivo de comprar al norte de la frontera es claro; para las comunidades estadounidenses, el debate sobre el acceso y la asequibilidad de la vivienda sigue abierto.

El dato no es menor: la inversión inmobiliaria mexicana en Estados Unidos no solo refleja movilidad económica, sino también un cambio en la narrativa migratoria. Ya no se trata únicamente de trabajadores que buscan oportunidades, sino también de capital que cruza la frontera para establecer raíces y diversificar patrimonios. En esa doble dirección, la relación entre ambos países se hace cada vez más compleja, marcada no solo por la política y el comercio, sino también por el ladrillo y el concreto de miles de viviendas adquiridas por mexicanos en suelo estadounidense.

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