En menos de doce meses, Spirit Airlines ha protagonizado un nuevo capítulo de su debacle financiera: el miércoles 29 de agosto de 2025, su matriz, Spirit Aviation Holdings Inc., solicitó protección por segunda vez bajo el Capítulo 11. El fantasma del colapso económico vuelve a planear sobre la aerolínea de ultra bajo coste, emblemática por colorear los cielos de América con sus aviones amarillos.
El diagnóstico es crudo: pérdidas acumuladas, una segunda sangría financiera y un nuevo susto bursátil. En el segundo trimestre de 2025, la compañía reportó una pérdida neta de aproximadamente 246 millones de dólares, mientras sus costos operativos alcanzaron el 118 % de los ingresos. Además, agotó una línea de crédito revolvente de 275 millones de dólares, elevando la urgencia de un rescate estructural.
Aspirando a evitar la liquidación inmediata, Spirit promete mantener sus operaciones: vuelos en curso, venta de boletos activa, validez de puntos de fidelidad y pago puntual a los empleados. Este despliegue de normalidad busca amortiguar el impacto inmediato en los viajeros y el personal, al tiempo que gana tiempo para una reingeniería.
Pero ahora, los planes se hacen más drásticos. Spirit anticipa recortar su flota, consolidar mercados clave y lanzar una reestructuración más agresiva que la conducida en marzo, cuando se eliminaron cerca de 800 millones de deuda. Esta vez, los desafíos son mayores: la deuda supera los 2 000 millones de dólares y las obligaciones de arrendamiento alcanzan los 5 000 millones.
Wall Street ya reaccionó con dureza. El desplome en bolsa fue del 44 %, y aumentó el riesgo de deslistamiento de la compañía.
A la sombra de esta tormenta, otro actor levanta vuelo: Frontier Airlines. Su cotización subió entre 13 % y 15 %, pues los analistas de Deutsche Bank elevaron su calificación a “Comprar”, duplicando el precio objetivo a 8 dólares. La razón: Frontier comparte hasta un 40 % de rutas con Spirit y está lista para reclamar ese espacio de mercado que, de otra manera, desaparecería.
Y no todo se reduce al terreno financiero: la rival busca capitalizar el momento con una ofensiva directa sobre los pasajeros descontentos. Lanzó beneficios como estatus élite instantáneo, certificados de viaje con acompañantes y pases de vuelo ilimitado económico: estrategias diseñadas para apropiarse de la clientela dislocada por el caos de Spirit.
Este capítulo doloroso pone en evidencia una lección elemental sobre fe en la solvencia: el término coloquial “Capítulo 22” ya recorre las mesas de análisis, como símbolo de fracasos reiterados. A pocos meses de salir de una recuperación fallida, Spirit vuelve al tribunal; sus dificultades, lejos de disiparse, se volvieron más agudas y visibles.
Spirit, suscrito a un modelo de tarifas ultrabajas, encarna los límites de una estrategia que hoy choca con una realidad más costosa, más incierta y menos indulgente. Aquí, los viajes de bajo costo están al filo de la sostenibilidad. Este episodio no es solo una preocupación para los inversionistas, también es una advertencia para gobiernos, reguladores y pasajeros: la promesa del bajo precio puede convertirse en un pasaje directo hacia la inestabilidad corporativa.