Donald Trump volvió a sacudir el tablero empresarial con una propuesta que desafía décadas de práctica en Wall Street: eliminar los reportes trimestrales de resultados financieros y sustituirlos por informes semestrales. En un mensaje publicado en su red Truth Social, el presidente estadounidense aseguró que obligar a las compañías a informar cada tres meses es “un error” que distrae a los ejecutivos de su verdadero trabajo y los condena a gestionar con visión de corto plazo.
Trump contrastó el modelo estadounidense con lo que describió como la estrategia a largo plazo de China, insistiendo en que reducir la frecuencia de los reportes permitiría ahorrar dinero y concentrar esfuerzos en dirigir las empresas. La propuesta no es nueva: ya en su primer mandato había pedido a la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) que evaluara la medida, aunque en ese entonces no prosperó. Hoy, con la posibilidad de designar un liderazgo afín dentro del regulador, podría impulsarse sin necesidad de pasar por el Congreso.
El debate, sin embargo, va mucho más allá de la burocracia regulatoria. Para los defensores de la medida, el cambio aliviaría la presión constante sobre los directivos, quienes suelen tomar decisiones pensando en el próximo trimestre más que en el futuro sostenido de la compañía. Para los críticos, en cambio, la reducción del flujo de información dejaría a los inversionistas, analistas y al propio mercado sin un termómetro oportuno sobre la salud de las corporaciones. “Reportar cada trimestre y planear a largo plazo no son excluyentes”, advirtió Aswath Damodaran, profesor de finanzas en NYU Stern, señalando que el ejemplo chino es, en realidad, un mal referente.
Ann Lipton, profesora de derecho en la Universidad de Colorado, fue aún más tajante: menos reportes significan más poder para los insiders y menos transparencia para accionistas y reguladores. Y las cifras parecen estar de su lado. Una encuesta del CFA Institute reveló que los inversionistas rechazan en una proporción de dos a uno reducir la frecuencia de los reportes, incluso si ello implica mayores costos para las compañías. “Los inversionistas están dispuestos a pagar porque saben que es información útil para tomar decisiones”, explicó Sandy Peters, responsable de políticas de reporte financiero en el organismo.
La propuesta de Trump coloca a Estados Unidos frente a un dilema: seguir con un sistema que, aunque oneroso, ha hecho de los reportes trimestrales una piedra angular del pulso económico global, o sumarse a la tendencia de mercados como la Unión Europea y Singapur, que ya adoptaron informes semestrales obligatorios. En Wall Street, los resultados trimestrales no solo ofrecen una radiografía de cada empresa, sino también del estado general de la economía estadounidense, revelando desde impactos de políticas fiscales hasta investigaciones gubernamentales.
Si bien el cambio podría ser implementado desde el Ejecutivo mediante la SEC, la resistencia de inversionistas, analistas y parte del propio establishment financiero anticipa una batalla compleja. Porque lo que está en juego no es únicamente la cadencia de los reportes, sino la relación entre transparencia, confianza e inversión en la primera economía del mundo. Trump apuesta por liberar a las empresas de lo que considera cadenas de corto plazo; sus críticos, en cambio, advierten que sin esas cadenas, el mercado podría quedar a ciegas.