Estados Unidos ha ofrecido un rescate económico inesperado a Argentina en un momento decisivo para la presidencia de Javier Milei, quien enfrenta una tormenta financiera, política y social. Scott Bessent, secretario del Tesoro de EE.UU., confirmó que Washington está dispuesto a utilizar su Exchange Stabilisation Fund —un fondo de reserva de unos 22.000 millones de dólares— para intervenir de diversas formas: compra directa de deuda argentina en dólares, adquisiciones de pesos, líneas de swap y otras medidas que podrían estabilizar el peso y detener la caída de los bonos argentinos.
La reacción de los mercados fue casi inmediata: acciones de empresas argentinas cotizadas en EE.UU. subieron más del 10 %, los bonos argentinos se recuperaron, y el peso ganó terreno frente al dólar. El anuncio aparece en medio de semanas de tensión: Milei acaba de sufrir una derrota en elecciones locales en Buenos Aires, su popularidad ha caído y los escándalos, incluyendo denuncias de corrupción vinculadas a su administración, han socavado la confianza de inversionistas internacionales.
Bessent ha enfatizado que “todas las opciones están sobre la mesa”, frase que resuena como señal de respaldo pero también como advertencia: si las reformas económicas no avanzan rápido, si la política se enreda, o si la credibilidad internacional no se reconstruye, las medidas podrían resultar insuficientes. Argentina enfrenta desequilibrios estructurales profundos: inflación persistente, reservas monetarias en mínimos y la necesidad de atraer dólares frescos. Milei abolió los impuestos a las exportaciones agrícolas brevemente para tentar un ingreso inmediato de divisas, pero esas medidas paliativas no resuelven los problemas macroeconómicos más graves.
El respaldo estadounidense, por improbable que parezca para algunos críticos, apunta a implicaciones de política internacional que van más allá de la ayuda económica. Milei es visto por la administración Trump no solo como un aliado ideológico, sino como un caballo de batalla geoestratégico en una América Latina donde los equilibrios económicos, diplomáticos y geopolíticos se disputan cada vez más entre superpotencias.
La historia de Argentina de estos últimos meses parece bifurcarse en un punto de inflexión: si logra estabilizar su moneda, sanear su deuda y demostrar que su promesa de liberalismo económico produce resultados tangibles, Milei podría revertir la caída política que amenaza desdibujar su mandato. Si no, el riesgo es que el abrazo de ayuda se convierta en un salvavidas costoso, que comprometa autonomía, profundice fragilidades internas y deje heridas de credibilidad profundas.
Estados Unidos, por su parte, parece apostar a que un Argentina económicamente estable y alineada con sus intereses, sea mejor escenario geopolítico que uno sumido en caos, inflación y proliferación de deuda impagable. Lo que esta semana parecía un gesto diplomático, se está transformando en una prueba tangible de hasta dónde los ecos de la teoría económica siguen reverberando con fuerza en la arena de las relaciones internacionales.
