Apple decidió bloquear en toda la Unión Europea la esperada función de traducción en tiempo real de sus nuevos AirPods Pro 3, alegando preocupaciones derivadas del Digital Markets Act (DMA), la normativa comunitaria que obliga a garantizar interoperabilidad con dispositivos rivales.
El movimiento deja a los usuarios europeos sin acceso a una de las innovaciones estrella presentadas este mes, mientras que en el resto del mundo la herramienta permitirá mantener conversaciones fluidas entre hablantes de distintos idiomas. La Comisión Europea, sorprendida, sostuvo que “el DMA no impide el lanzamiento de nuevos productos, al contrario, preserva la innovación y la libertad de elección”.
El pulso entre Apple y Bruselas vuelve a tensar la cuerda sobre el papel de las Big Tech en el continente: lo que para la compañía es una restricción legal que limita su margen de maniobra, para las autoridades comunitarias es un recordatorio de que ningún gigante tecnológico puede imponer unilateralmente sus reglas.
La batalla por la traducción instantánea en los AirPods no es solo un detalle de software: simboliza hasta dónde está dispuesto Apple a ceder —o a confrontar— para mantener su modelo cerrado en un mercado de 450 millones de consumidores.