American Express lanzó la actualización más ambiciosa de su tarjeta Platinum en casi un lustro, elevando la cuota anual de $695 a $895 y sumando un arsenal de nuevos beneficios que buscan justificar el salto de precio.
El rediseño incluye créditos de hasta $300 semestrales en hoteles, $100 trimestrales en restaurantes afiliados a Resy, $75 trimestrales en Lululemon, y un bono de $200 para el anillo inteligente Oura. También se amplían los créditos de entretenimiento digital y Uber One, mientras que se mantienen ventajas clásicas como acceso a salas VIP, estatus en cadenas hoteleras y créditos de viaje.
El golpe para el bolsillo es innegable: un aumento del 29 % en la tarifa, lo que convierte a la Platinum en una de las tarjetas más caras del mercado. Sin embargo, American Express apuesta a que el cliente premium verá valor en este mosaico de créditos y privilegios, diseñado para quienes viajan, consumen experiencias y se mueven en un estilo de vida de alto gasto.
La pregunta inevitable es si estos beneficios, que requieren organización y uso activo para aprovecharse, compensan el nuevo precio. Para algunos, será una herramienta financiera indispensable que se paga sola. Para otros, la sofisticación de los créditos podría sentirse más como un laberinto que como un verdadero lujo.
En ese delicado balance entre exclusividad y rentabilidad se juega el futuro de una tarjeta que, por décadas, ha sido símbolo de estatus tanto como de recompensas.