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Ciencia y Salud

¿Está bien engañar si acabas con el amor de tu vida?

Una mirada al dilema moral y emocional que divide a una generación.


La infidelidad ha sido durante siglos una de las mayores transgresiones en la ética de las relaciones humanas. Pero en la era de la posmodernidad emocional, donde los vínculos son líquidos y las pasiones fugaces, una nueva pregunta genera debate en redes, consultorios y cafés: ¿Está bien engañar si al final encuentras al amor de tu vida?

Este dilema, que mezcla traición y redención, no es solo un juego de palabras románticas. Es un reflejo de una transformación cultural donde la fidelidad ya no es el único faro moral, y donde los finales felices parecen justificar cualquier travesía, incluso las que hieren a otros en el camino.

El relato que divide corazones

Todo comienza con historias reales y virales: personas que, atrapadas en matrimonios marchitos o relaciones monótonas, encuentran una chispa inesperada —una conexión emocional o sexual que los lleva a replantear su vida. El problema es que esa chispa nace, muchas veces, en la sombra del engaño.

¿Y si esa traición termina en un matrimonio feliz, una familia renovada o una vida plena? ¿Se justifica entonces el dolor causado? En redes sociales, abundan los testimonios que claman: “Si no hubiera sido por ese desliz, nunca habría conocido a mi alma gemela”. Para muchos, suena a autoindulgencia. Para otros, a una forma sincera de evolución personal.

Filosofía del amor vs. ética del compromiso

Desde Aristóteles hasta Simone de Beauvoir, la filosofía ha debatido el amor como virtud, contrato, deseo o liberación. Pero incluso los pensadores más libertarios coincidían en algo: nuestras elecciones amorosas tienen consecuencias éticas.

Engañar a una pareja es, ante todo, quebrar un pacto. Aunque no exista violencia, hay una forma de daño: la deslealtad. Y aunque ese daño no sea visible, no deja de ser real. El problema surge cuando la cultura contemporánea —alimentada por películas, canciones y algoritmos— prioriza la realización personal por encima del compromiso.

“La felicidad individual no debería construirse sobre el dolor ajeno”, dice la psicoterapeuta argentina Lucía Montalvo. “Pero vivimos en un tiempo donde la autenticidad ha desplazado a la responsabilidad”.

¿Y si era the one?

Los defensores del “engaño redentor” apelan a una idea poderosa: el destino. ¿Qué pasa si la vida te pone frente al verdadero amor cuando ya tienes otra vida armada? ¿Deberías renunciar a esa oportunidad por una lealtad que te asfixia?

El problema, explican especialistas, no es el amor nuevo, sino el método. “No se trata de no enamorarse otra vez, sino de tener el coraje de cerrar un ciclo antes de abrir otro”, señala el escritor y sociólogo español Luis Santamaría. “El amor verdadero no debería comenzar con una mentira”.

Un debate con consecuencias sociales

Este debate no es solo emocional. Tiene implicaciones sociales profundas. Las nuevas generaciones valoran la autonomía emocional, pero también padecen una crisis de confianza: cada vez más personas temen comprometerse porque sienten que la lealtad es un ideal roto.

Al justificar la infidelidad por su resultado positivo, se abre la puerta a una peligrosa relativización de la ética. Como si el fin —el amor— justificara cualquier medio. Y ese es un mensaje que, llevado al extremo, puede erosionar la base misma de la confianza interpersonal.

Amar no significa dañar

Encontrar al amor de tu vida es, sin duda, un privilegio. Pero el modo en que se llega a ese destino importa tanto como el destino mismo. La pregunta no es solo si está bien engañar, sino si estamos dispuestos a asumir las consecuencias de nuestras decisiones amorosas.

Porque en el fondo, lo que define a una historia de amor no es solo su comienzo o su final feliz, sino la integridad con la que se recorre el camino. Y en tiempos de inmediatez y gratificación instantánea, esa sigue siendo una lección urgente.

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