San Miguel de Allende, joya colonial de Guanajuato y uno de los destinos turísticos más codiciados de México, se prepara para dar un salto histórico en infraestructura y conectividad: el gobierno estatal anunció oficialmente la construcción de un nuevo aeropuerto internacional, una obra que promete transformar la dinámica económica, social y urbana de toda la región del Bajío.
La noticia ha generado tanto entusiasmo como interrogantes. ¿Está lista esta ciudad patrimonio de la humanidad para una infraestructura de esta magnitud? ¿Qué implicaciones traerá para su identidad, su medio ambiente y su población?
El anuncio fue hecho por el gobernador de Guanajuato, Diego Sinhue Rodríguez Vallejo, quien calificó el proyecto como “una inversión estratégica para detonar el desarrollo económico del estado y consolidar a San Miguel como un destino de clase mundial”.
Aunque San Miguel de Allende recibe cada año a miles de visitantes nacionales e internacionales —en su mayoría vía terrestre o por los aeropuertos de Querétaro y León—, carece de una terminal aérea propia. El nuevo aeropuerto cambiaría esa realidad con una infraestructura que, según las autoridades, estará enfocada en vuelos nacionales e internacionales de mediano alcance, aviación privada y conexiones con hubs turísticos globales. El aeropuerto estará ubicado a unos 12 kilómetros del centro histórico, en una zona con vocación semirrural. Aún no se ha revelado el monto total de inversión, pero se anticipa que incluirá financiamiento público-privado y que contará con una pista de aterrizaje de más de 2,400 metros, torre de control, terminal para pasajeros y zona de carga.
El gobierno promete que el proyecto será desarrollado bajo criterios de sustentabilidad, con bajo impacto ambiental y respeto por la arquitectura regional. Sin embargo, especialistas en urbanismo y ecología ya levantan alertas sobre el riesgo de gentrificación, escasez de agua, presión sobre servicios públicos y pérdida de identidad local. La iniciativa ha sido celebrada por empresarios del sector turístico, hotelero e inmobiliario, que ven en el aeropuerto una oportunidad para atraer inversiones, eventos internacionales y visitantes de alto poder adquisitivo.
Pero voces críticas advierten que el modelo de crecimiento basado en megaproyectos podría generar desigualdades y tensiones sociales. San Miguel de Allende, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO, ya enfrenta desafíos por el turismo masivo, el encarecimiento de la vivienda y la migración de comunidades locales hacia la periferia. “El aeropuerto puede ser una herramienta de desarrollo, pero si no se planifica con sensibilidad y visión de largo plazo, podría ser también un detonador de crisis urbana”, advirtió un urbanista consultado por VoxLatam.
Más allá de los aviones y la infraestructura, lo que está en juego es el modelo de futuro para San Miguel de Allende: ¿seguirá siendo una ciudad que equilibra belleza histórica con calidad de vida? ¿O se convertirá en un enclave turístico desbordado por el desarrollo inmobiliario y la presión demográfica? La respuesta dependerá de cómo se ejecute el proyecto, qué tipo de turismo se incentive, y si las comunidades locales —no solo los inversionistas— son parte activa en la toma de decisiones.
El aeropuerto de San Miguel de Allende no será solo una terminal aérea. Será una bisagra entre el pasado y el futuro de una ciudad que representa lo mejor de la cultura mexicana. Conectar al mundo con esta joya patrimonial puede ser un triunfo… si se hace con inteligencia, sensibilidad y visión. Porque en un país donde el turismo es motor económico, pero también desafío social, el verdadero reto no es volar más alto, sino aterrizar con equilibrio.