Durante décadas, el consumo de chocolate oscuro ha sido asociado con promesas de salud: desde mejorar la circulación sanguínea hasta elevar el ánimo y la concentración. Sin embargo, un reciente análisis pone en tela de juicio esas afirmaciones y afirma que los beneficios reales del chocolate oscuro como “alimento saludable” son mucho más limitados de lo que la publicidad sugiere.
Los responsables de esta ilusión alimentaria apuntan al cacao como fuente rica en flavanoles, compuestos que se han vinculado en diversos estudios con efectos positivos sobre la presión arterial, la función vascular y el estado de ánimo. Pero aquí está el giro: la mayoría de los ensayos controlados con suficientes flavanoles han sido breves, involucraron cápsulas de extracto y no chocolates comercialmente disponibles, y sus resultados han sido inconsistentes.
Una investigación relevante, con participantes de mediana edad o mayores durante 3,6 años dividió a quienes tomaban 500 mg diarios de flavanoles de cacao en cápsulas y evaluó resultados en diabetes, cáncer, eventos cardiovasculares mayores y cognición. El resultado: apenas una reducción modesta del 27 % en mortalidad cardiovascular y ninguna diferencia significativa en los otros parámetros. Pero, y esto es clave, para alcanzar esos 500 mg con barras de chocolate oscuro habría que consumir entre 50 y 280 gramos al día, lo que representa una dosis insostenible de azúcar, grasas saturadas y calorías.
El análisis además subraya otro problema sistemático: el contenido real de flavanoles en barras de chocolate varía enormemente y no se regula de forma estricta. Algunos chocolates “muy oscuros” tienen menos flavanoles que otros “menos oscuros”, y los envases rara vez lo indican con precisión. Así, atribuirle un beneficio automático al chocolate oscuro se convierte en un ejercicio especulativo.
Es más, al considerar el contexto dietético completo, la aparición de dietas ricas en frutas, verduras, té verde, manzanas, nueces y frutos rojos —todas ellas fuentes naturales de flavanoles— puede ofrecer los mismos o mayores beneficios que la indulgencia del chocolate. De hecho, el análisis concluye que “el público debería ignorar las barras de chocolate y mirar a las manzanas, el té y los frutos de uva”.
El mensaje para el lector, por lo tanto, es sencillo pero contundente: no convierta el chocolate en un escudo de salud. La moderación y la elección informada siguen siendo los factores determinantes. Consumir una porción ocasional de chocolate oscuro está lejos de ser dañino, pero presentarlo como un superalimento con poderes terapéuticos es, a la luz de la evidencia actual, más aspiracional que real.
En suma, podemos seguir disfrutando del placer —sí, puro cacao—, pero sin la carga del mito: el chocolate oscuro no es una cura, ni reemplaza una dieta equilibrada. Es un lujo moderado, no un remedio garantizado.