La tensión aérea entre México y Estados Unidos ha tomado un nuevo vuelo político. El gobierno de Donald Trump anunció la cancelación de 13 rutas operadas por aerolíneas mexicanas hacia territorio estadounidense, una decisión que amenaza con tensar nuevamente las relaciones bilaterales y golpear al sector aéreo y turístico de ambos países. El argumento oficial de Washington apela a “razones de seguridad y reciprocidad”, pero el trasfondo parece ir mucho más allá: una jugada política en un momento en que la Casa Blanca endurece su postura frente a México en temas migratorios y comerciales.
Las rutas afectadas incluyen destinos clave como Houston, Dallas, Los Ángeles, Chicago y Miami, operadas por aerolíneas como Aeroméxico, Volaris y Viva Aerobus. En conjunto, representaban millones de pasajeros anuales y una fuente vital de conectividad entre ambos países. El anuncio, hecho por el Departamento de Transporte de Estados Unidos (DOT), entrará en vigor en las próximas semanas y coincide con la revisión de acuerdos de cielos abiertos firmados en 2016, uno de los pilares de la integración aérea norteamericana.
En Ciudad de México, la reacción fue inmediata. La Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes calificó la medida de “injustificada y unilateral”, mientras que Aeroméxico y Volaris advirtieron que la decisión afectará la movilidad de miles de pasajeros y encarecerá los precios en temporada alta. Analistas del sector la interpretan como una medida de presión política: un mensaje directo del gobierno de Trump hacia la administración mexicana, en medio de tensiones por el flujo migratorio y la cooperación en materia de seguridad fronteriza.
Para la industria aérea mexicana, la noticia llega en un momento de recuperación tras años de turbulencia. El sector apenas comenzaba a estabilizarse después de la degradación de la seguridad aérea a categoría 2 impuesta por la FAA en 2021, y del reciente repunte de operaciones impulsado por el regreso de Aeroméxico a los mercados internacionales. Con esta nueva restricción, el golpe no solo es económico: también simbólico. México, el principal emisor de pasajeros hacia Estados Unidos, se ve ahora limitado por una decisión que reconfigura la dinámica del transporte aéreo en América del Norte.
La administración Trump, por su parte, sostiene que la medida responde a una “falta de reciprocidad” en el acceso de aerolíneas estadounidenses a aeropuertos mexicanos y a presuntas “inconsistencias regulatorias” detectadas por la FAA. Sin embargo, expertos consultados señalan que este tipo de conflictos suelen resolverse mediante diálogo bilateral y no con restricciones abruptas que afectan directamente al consumidor. “Esto no es una medida técnica, es un mensaje político”, afirmó un exfuncionario del Departamento de Comercio de EE.UU.
El impacto podría sentirse pronto en la economía de ambos países. Las rutas canceladas conectaban zonas industriales, turísticas y familiares, esenciales para el comercio, la migración y el turismo binacional. Ciudades como Monterrey, Guadalajara y Cancún podrían ver reducida su conectividad directa, mientras aerolíneas estadounidenses —como American y United— se posicionan para cubrir parte del vacío, probablemente con tarifas más altas.
La decisión reabre viejas heridas en una relación que ha oscilado entre la cooperación estratégica y la confrontación abierta. A un año del nuevo mandato de Trump, la política hacia México parece retomar su tono más áspero, donde los cielos también se convierten en campo de batalla. Lo que antes era un puente aéreo entre dos economías interdependientes se ha transformado, al menos por ahora, en un símbolo de fricción y poder.
En los aeropuertos, el mensaje es claro: detrás de cada vuelo suspendido hay algo más que un asiento vacío. Hay una señal de que la diplomacia entre México y Estados Unidos vuelve a volar con turbulencia.