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Las criptomafias están al acecho y el robo de criptoactivos ha alcanzado cifras récord en 2025, marcando un punto de inflexión crítico para el mundo de las criptomonedas. Un informe de Chainalysis revela que más de 2.170 millones de dólares en criptoactivos han sido robados en lo que va del año. Esto fue impulsado principalmente por un hackeo masivo a ByBit, de unos 1.500 millones, atribuido a Corea del Norte, lo que lo convierte en el mayor hurto individual en la historia cripto. Este suceso no solo estableció un récord, sino que también encendió una alarma global.
Al ritmo actual, los montos sustraídos podrían superar los 4.000 millones de dólares para el cierre del año, lo que representa un aumento del 17% respecto de 2022, considerado hasta ahora el año más violento para el sector. La amenaza no se limita a las grandes plataformas, ya que el robo a billeteras personales representa el 23% del total, un incremento que revela la sofisticación del crimen digital. Los ataques dirigidos a individuos, más que a fallos tecnológicos, están ahora en el centro de la operación de los ciberdelincuentes.
Un fenómeno alarmante que está emergiendo son los llamados "ataques con llave inglesa", donde se utiliza la coacción física para extraer las claves privadas de las víctimas. Los delincuentes aprovechan los momentos de alzas en Bitcoin para atacar, lo que revela una vinculación directa entre el precio y la violencia. Chainalysis también expone cómo las redes criminales mueven los fondos robados dentro del ecosistema, diferenciando las estrategias usadas según se trate de plataformas o billeteras individuales; esta es una radiografía esencial para la prevención y detección de actividades ilícitas.
Países como Estados Unidos, Alemania, Rusia, Canadá, Japón, Indonesia, Corea del Sur y, a nivel regional en América Latina, se encuentran entre las principales víctimas. La diseminación global del fenómeno exige una respuesta internacional coordinada. Los robos récord de 2025 evidencian que la delincuencia criptográfica ha encontrado en el anonimato digital y la resistencia regulatoria un terreno fértil. Ya no basta con mejorar la ciberseguridad, es necesario involucrar a gobiernos, plataformas, bancos y ciudadanos. La respuesta exige inversión en tecnología de trazabilidad, regulaciones eficientes y cooperación internacional. Porque sin transparencia, cada billetera puede ser una víctima esperando ser saqueada. Y con cifras que superan los 4.000 millones de dólares, actuar no es una opción, es una urgencia.