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Ciencia y Salud Internacional

Organismos ponen en marcha un operativo contra la polio en Afganistán y Pakistán

El éxito de esta operación podría marcar el fin definitivo de una enfermedad que condenó a millones a la parálisis o la muerte.


En un mundo sacudido por pandemias, guerras y desinformación, una batalla silenciosa pero decisiva se libra en los rincones más vulnerables del planeta: la erradicación total de la poliomielitis. Y hoy, esa cruzada toma un nuevo impulso con el anuncio de la campaña de vacunación más ambiciosa de los últimos años. La Organización Mundial de la Salud (OMS), en coordinación con UNICEF, los gobiernos de Afganistán y Pakistán, y con el respaldo clave de la Fundación Bill y Melinda Gates, ha puesto en marcha un operativo que busca inmunizar a más de 90 millones de niños en ambos países, donde la polio aún persiste como una amenaza endémica.

El objetivo no es menor. En un contexto donde los casos han disminuido a cifras mínimas —solo 12 casos registrados en 2024 entre ambas naciones—, el riesgo de rebrote es latente, alimentado por los conflictos armados, las barreras geográficas y, sobre todo, la desconfianza hacia las instituciones de salud pública. Los talibanes, que han asumido el control de vastas zonas en Afganistán, han dado su aprobación para que equipos vacunadores accedan a áreas previamente bloqueadas. Se trata de un giro histórico, condicionado en parte por la presión internacional, pero también por la comprensión de que el virus no reconoce fronteras ideológicas.

Pakistán, por su parte, ha redoblado su estrategia en regiones como Khyber Pakhtunkhwa, donde el rechazo a la vacuna ha sido persistente debido a teorías conspirativas profundamente arraigadas. En ambos países, la campaña no solo busca administrar la vacuna oral —más accesible y eficaz en campañas masivas— sino también educar, concienciar y combatir los mitos que aún empañan la lucha contra la enfermedad.

El respaldo financiero de la Fundación Gates ha sido crucial. No solo por los millones de dólares inyectados, sino por el compromiso logístico, técnico y político que la organización ha sostenido durante más de una década. Bill Gates ha reiterado en múltiples foros internacionales que la erradicación de la polio será un legado global comparable a la eliminación de la viruela. Pero no se trata solo de dinero: la coordinación entre actores tan dispares —agencias de la ONU, gobiernos conservadores, líderes religiosos, voluntarios locales y ONGs— demuestra que, ante un enemigo microscópico pero devastador, la cooperación es más poderosa que la diferencia.

Erradicar la polio no es una cuestión de prestigio, sino de justicia. Porque donde hay un solo niño paralizado por un virus prevenible, hay un sistema de salud que ha fallado. La campaña en Afganistán y Pakistán es, en esencia, un acto de resistencia humanitaria. Un recordatorio de que incluso en las zonas más golpeadas por la violencia y el olvido, la salud puede ser una forma concreta de esperanza.

El éxito de esta operación, que se extenderá por varios meses, podría marcar el fin definitivo de una enfermedad que durante el siglo XX condenó a millones a la parálisis o la muerte. Y aunque aún queda camino por recorrer, esta ofensiva es una declaración rotunda: el mundo no está dispuesto a permitir que la polio vuelva. Porque en la guerra contra los virus, el silencio nunca debe ser sinónimo de derrota.

 

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