Bolivia ha vivido este domingo una jornada electoral que marca un hito histórico: por primera vez en más de veinte años, el Movimiento al Socialismo (MAS) queda fuera de la posibilidad de continuar en el poder, tras una derrota contundente que deja al país al borde de una nueva era política.
La avalancha viene tejida por una economía al borde del colapso: inflación desbocada, escasez de combustible y una aguda falta de dólares han erosionado la confianza ciudadana en el gobierno actual. En ese contexto, el voto se volcó hacia dos figuras de derecha que emergen como los nuevos actores de poder.
El senador centrista Rodrigo Paz, del Partido Democrático Cristiano, lideró la primera vuelta con alrededor del 32 % de los votos, imponiéndose con una plataforma que promete modernización económica, reformas descentralizantes y la introducción de tecnología blockchain para combatir la corrupción. Su campaña cobró fuerza gracias al respaldo de Edman Lara, un ex capitán de policía con habilidades para conectar en redes sociales y credibilidad en temas de seguridad.
En segundo lugar, con cerca del 26 % de los votos, quedó el ex presidente Jorge “Tuto” Quiroga, quien encarna una postura más conservadora. Quiroga propone austeridad fiscal, alineamientos estratégicos con el FMI y otras potencias, y reformas judiciales profundas.
Para el MAS, que ha dominado la escena boliviana desde la era de Evo Morales, este resultado representa un retroceso sin precedentes. Su candidato Eduardo del Castillo apenas alcanzó el 3 %, en tanto que el expresidente Morales incluso llamó a castigar la elección con votos nulos, contribuyendo a que casi el 19 % de los sufragios fueran inválidos.
El país encaminará ahora sus esperanzas hacia una segunda vuelta el próximo 19 de octubre, en la que se decidirá si adopta el rumbo más moderado de Paz o la vía más rápida y conservadora de Quiroga. Es el cierre simbólico de una era y el comienzo de una nueva narrativa política en Bolivia, en un momento en que la economía y la sociedad exigen cambios urgentes.
Este proceso será seguido con atención por actores internacionales, ya que ambos finalistas tienen vínculos educativos y políticos con Estados Unidos, lo que también refuerza las expectativas de un giro en la política exterior del país.
