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Política Internacional

El Papa Leo XIV denuncia la “pandemia de armas” tras tiroteo en escuela católica de Minneapolis

“Que Dios detenga esta pandemia de armas que nos está infectando”, imploró desde la Plaza de San Pedro.


La mañana del 27 de agosto de 2025 debería haber sido la de un regreso ordinario a clases en la escuela católica Annunciation, de Minneapolis. En cambio, dos estudiantes —Fletcher Merkel, de 8 años, y Harper Moyski, de 10— murieron, y decenas resultaron heridas cuando alguien abrió fuego durante una misa escolar. Lo que siguió fue una conmoción nacional frente a la brutal vulnerabilidad convertida en noticia.

En medio del dolor, el Papa Leo XIV —el primer pontífice nacido en Estados Unidos— elevó una voz que trascendió las fronteras del desconcierto y la impotencia. Durante su tradicional rezo dominical desde el Vaticano, admitió el horror con un lenguaje directo y simbólico: habló del “pandemia de armas, grandes y pequeñas” que infesta al mundo, como en un eco dolido del llamado de su predecesor.

Sus palabras, pronunciadas en inglés para resonar en su país natal, llegaron con voluntad política implícita. No fue un mensaje de condolencia distante, sino un reclamo global: “Que Dios detenga esta pandemia de armas que nos está infectando”, imploró desde la Plaza de San Pedro.

Fue también un mensaje múltiple. En el mismo acto, el Papa externó su cercanía a las víctimas y pidió un alto al fuego en Ucrania, instando a “desterrar la lógica de las armas y recorrer la senda del diálogo y la paz”. Un llamado que enlaza los dramas geopolíticos con los trágicos despertares en una escuela.

Frente a una sociedad donde “pensamientos y oraciones” suelen reemplazar la acción legislativa tras sucedido un crimen, su mensaje se convierte en alarma ética. En Minneapolis, el debate sobre control de armas volvió a encenderse en formas antiguas y nuevas: peticiones de regulación, movilizaciones ciudadanas, pero también discursos partidistas y polarizados.

Para la región latinoamericana y el hemisferio, el mensaje del Papa resuena con fuerza particular. Como líder espiritual global, visibiliza que la violencia armada no es problema aislado de Estados Unidos. Resuena en los sueños truncados de comunidades vulnerables, entre aulas y plazas de América Latina, donde el derecho a vivir sin miedo no siempre encuentra respuesta legislativa ni protección real.

El Papa Leo XIV no pronunció una oración común: trazó una línea ética entre lo humano y lo deshumanizado, entre la religión que consuela y la religión que reclama justicia. Pidió que el canto de fraternidad sobrepase al estruendo de los disparos, que el testimonio de una tragedia —niños muertos mientras rezaban— deje de ser una noticia para convertirse en punto de partida para una reforma.

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