En el estadio Arthur Ashe, bajo el implacable techo cerrado que intensificó la atmósfera, Aryna Sabalenka emergió nuevamente como la reina del US Open. Con una victoria contundente de 6-3, 7-6 (7-3) sobre la estadounidense Amanda Anisimova, Sabalenka defendió su corona y se convirtió en la primera mujer desde Serena Williams en 2014 en alzar dos trofeos consecutivos en Flushing Meadows.
Fue una actuación clásica de la número uno del mundo, construida sobre progreso emocional y resiliencia. Tras encarar derrotas en las finales del Abierto de Australia y Roland Garros, Sabalenka aprovechó un receso en Mykonos para reinventarse mentalmente. El resultado fue un juego mental más templado, una ejecución más pulida, y una determinación que se reflejó en cada punto disputado.
Anisimova, por su parte, confirmó su valía al alcanzar su segunda final de Grand Slam en 2025. Pero la presión del momento y las luces del techo jugaron en su contra. “No vi bien el saque”, confesó con franqueza, mientras luchaba por contener los nervios que finalmente la traicionaron. Aun así, su esfuerzo fue generoso y anuncia que su aparición en el tenis de élite será duradera.
Tras el match, Sabalenka abrazó su trofeo y recibió un regalo simbólico: un cinturón personalizado al estilo WWE, que celebró con orgullo como emblema de su reinado. Y al hacerlo, consagró un ciclo de transformación: ya no es solo la potencia que intimida, sino la jugadora que piensa, resiste y gana con consistencia.
Este título reafirma que Sabalenka es no solo una contendiente, sino una potencia construida a fuerza de lucha, técnica refinada y control emocional. Su victoria sacude los cimientos del tenis femenino y marca un signo inequívoco: el poder se disputa en la mente, tanto como en cada golpe al otro lado de la red.
