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VAR para las emociones, por favor

Visibilidad Infinita | Por Andrea Liévano

Hay temas que, para quienes somos futboleros, tienen un peso emocional profundo. Pero a veces pasan de largo, entre tanto contenido fugaz. Esta semana, Sergio Ramos, ex capitán del Real Madrid, lanzó su primer single  “Cibeles”, donde expresa su tristeza por la forma en que salió del club. No fue solo una canción, fue un mensaje directo al corazón del madridismo… y a Florentino Pérez.

Ramos no necesita presentación: 671 partidos, 101 goles y 22 títulos en 16 temporadas con el Madrid, incluyendo 4 Champions y 5 Ligas. Por eso, su salida del club, lejos de los homenajes que uno esperaría para una leyenda, dejó una herida abierta. Su canción, que superó los 2 millones de reproducciones en YouTube en menos de una semana, vino a recordárnoslo. Para algunos fue un acto de valentía emocional; para otros, un reclamo innecesario.

Y entonces llegó la otra parte de esta historia.

El Chiringuito de Jugones, uno de los programas más vistos del fútbol en habla hispana, publicó una supuesta respuesta musical de Florentino Pérez, generada con inteligencia artificial. Una canción que imitaba su voz, como si el presidente respondiera desde la emoción. Y muchos, demasiados, la compartieron como si fuera real, sin preguntarse si era cierta, ni revisar nada.

Florentino, por su parte, es una figura clave en esta historia. Bajo su presidencia, el Real Madrid fue reconocido por Forbes como el club más valioso del mundo en 2023, valorado en 6.070 millones de dólares. Ha ganado 6 Champions League en dos décadas, y ha posicionado al club como una marca global. También lidera ACS, una de las mayores constructoras de Europa.

Pero ese éxito no ha estado exento de sombras. Las salidas de Raúl, Casillas, Cristiano y ahora Ramos han sido criticadas por su frialdad. Para muchos, Florentino es un genio de la gestión, pero distante en lo humano. Y eso, en el fútbol, también cuenta.

Debo decir que me impactó mucho como creció la controversia de El Chiringuito, porque lo que empezó como un gesto artístico de Ramos, terminó convertido en un espectáculo viral donde la desinformación se coló sin esfuerzo. La mayoría de los comentarios no tenían contexto. Opinaban por impulso. Reaccionaban desde el fanatismo, el amor o el odio, sin detenerse un segundo.

Y ahí me pregunto: ¿cuándo dejamos de leer, de verificar, de pensar antes de compartir?

Este caso no solo habla de fútbol. Habla de cómo estamos consumiendo contenido. De cómo la emoción se impone al análisis. Y cómo la tecnología, si no la usamos con criterio, puede amplificar lo peor de nosotros.

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