En la madrugada del 10 de septiembre de 2025, Polonia se convirtió en el primer país miembro de la OTAN en responder con fuego armado al conflicto de Ucrania. Frente a una incursión masiva de casi 19 drones que violaron su espacio aéreo, las fuerzas polacas, respaldadas por aliados de la alianza, derribaron varios aparatos, entre ellos modelos “Gerbera”, durante un despliegue sin precedente.
El primer ministro Donald Tusk calificó el incidente como la amenaza más grave desde la Segunda Guerra Mundial y activó el Artículo 4 del Tratado Atlántico, lo que convocó consultas urgentes entre los miembros de la alianza.
La respuesta fue coordinada: aviones polacos F-16, F-35 holandeses e incluso plataformas italianas de alerta y reabastecimiento participaron en la operación, que incluyó cierres temporales de aeropuertos y alertas a la población en diversas regiones.
«Esta ha sido la provocación más grave desde la Segunda Guerra Mundial», declaró Tusk ante el Parlamento, aunque aclaró que no consideraba inminente un conflicto abierto.
Aunque Rusia negó su responsabilidad, atribuyendo los vuelos erráticos a errores ucranianos, líderes europeos y aliados condenaron la incursión como deliberada y exigieron una respuesta unificada. Se evalúan sanciones adicionales y un reforzamiento conjunto de la defensa aérea en la frontera oriental de la alianza.
Este suceso redefine los límites del conflicto: la guerra de Ucrania ya no es periférica, puede saltar a suelo aliado y cambiar por completo la lógica de disuasión en el continente. La historia muestra que la paz no se preserva con miradas pasivas; exige respuestas firmes. Aquí, Polonia ha trazado una nueva línea roja.