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La industria automotriz replantea el diseño tras evidencias de que los touchscreens distraen

¿Estas pantallas, que sustituyen botones tradicionales, representan un riesgo real al volante? La evidencia reciente que sugiere que sí.


Los automóviles modernos han apostado fuerte por los touchscreens: pantallas grandes, colores vibrantes y menús digitales que prometen control total desde el volante hasta el climatizador. Pero una pregunta incómoda emerge con fuerza: ¿estas pantallas, que sustituyen botones tradicionales, representan un riesgo real al volante? La evidencia reciente que sugiere que sí, lo que obliga a repensar cuánto puede la estética y la tecnología sobrepasar la seguridad.

Un estudio realizado por la revista sueca Vi Bilägare midió el tiempo que tardan los conductores en realizar tareas tan mundanas como cambiar la estación de radio o ajustar la temperatura del auto mientras van a 110 kilómetros por hora. En modelos antiguos con botones físicos, esas acciones tomaban alrededor de diez segundos, tiempo en que el automóvil recorre unos 300 metros. En cambio, con pantallas táctiles modernas, apenas una de esas funciones podría requerir hasta 45 segundos, tiempo en que el vehículo recorre más de 1,4 kilómetros. Esa diferencia no es margen, es riesgo. 

Otro experimento, esta vez en Noruega y realizado por SINTEF, usó cámaras que siguen el movimiento de los ojos para determinar cuánto tiempo el conductor desvia la mirada mientras interactúa con la pantalla. Para tareas aparentemente simples, como cambiar la temperatura, el promedio fue de 3,5 segundos sin mirar la carretera, mientras que tareas como introducir destino en el sistema de navegación tomaban entre 11 y 16 segundos. Cada segundo fuera de la carretera es una ventana en la que ocurre lo impredecible.

Más allá del tiempo, el problema tiene que ver con la naturaleza misma de los touchscreens: no ofrecen retroalimentación táctil, no se sienten bajo los dedos como los botones físicos. No puedes “palpar” sin mirar lo que estás apretando. Menús anidados y pantallas complejas exigen que los ojos y la mente dividan su atención entre conducir y navegar en lo digital. Esa distracción —dice la evidencia— puede ser incluso más peligroso que conducir bajo el efecto del alcohol. 

organismos encargados de seguridad automotriz ya están respondiendo. A partir de 2026, Euro NCAP (el programa europeo de evaluación de autos nuevos) exigirá que funciones esenciales como las luces intermitentes, los limpiaparabrisas u otros controles críticos no dependan exclusivamente de pantallas táctiles si el automóvil espera conservar la máxima calificación de seguridad. La industria de autos sabe que un mal puntaje en Euro NCAP no solo tiene implicaciones técnicas, sino también comerciales. 

Algunas marcas han empezado el contragolpe: vuelven a botones físicos para funciones comunes, mientras reservan los screens para funciones que pueden hacerse sin riesgo o cuando el auto está detenido. La voz también emerge como alternativa: comandos hablados que permitan ajustar sin apartar los ojos del camino parecen ser la frontera aceptable en muchas propuestas de diseño.

Con todo esto, la frase futurista de “interfaz completamente táctil” empieza a sonar menos como progreso indiscutible y más como promesa que debe cumplirse con cuidado. La belleza tecnológica no debería costar vidas: al volante, cada segundo cuenta, y cada opción de diseño que reduce la distracción puede hacer la diferencia entre un viaje seguro y un accidente.

El debate ya no es solo de diseño, sino de responsabilidad. ¿Quién certifica que los autos no distraigan? ¿Cuáles funciones pueden seguir digitalizándose sin comprometer la seguridad? En este nuevo paradigma, la atención no debe estar solo en lo que podemos hacer con la tecnología del auto, sino en qué sacrificamos cuando la priorizamos sobre lo esencial: la carretera.

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