El regulador estadounidense más alto en consumidores ha emprendido una ofensiva contra Ticketmaster y Live Nation, acusándolas de prácticas de reventa de boletos ilegales que perjudican directamente al público. Según la queja, ambas empresas habrían permitido que intermediarios compren grandes volúmenes de entradas y luego las revendan a precios inflados, en algunos casos violando las leyes de protección al consumidor.
El origen del litigio se vincula a cómo funciona el mercado del entretenimiento en Estados Unidos: los conciertos populares, eventos deportivos y espectáculos masivos dependen cada vez más de plataformas digitales de ventas —y quienes controlan la oferta tienen ventaja sobre quienes solo pueden comprar al consumidor final. Las autoridades señalan que Ticketmaster y Live Nation no solo facilitan ese control, sino que ofrecen condiciones que hacen viable la especulación.
La acusación del regulador federal ("FTC") y de siete estados es clara: desde al menos 2019, los revendedores (“brokers”) han empleado prácticas injustas, utilizando bots para captar boletos, ignorando límites de compra y vendiendo entradas en plataformas asociadas a precios mucho mayores a los originales. En muchos casos, denuncian los estados afectados, los consumidores están obligados a pagar tarifas adicionales sorpresa, precios ocultos o cargos de servicio excesivos que solo se hacen visibles al final de la compra.
Uno de los temas más polémicos gira en torno a la transparencia. Los compradores reclaman claridad sobre los costos reales y restricciones legales, y se sienten engañados cuando, en apariencia, están comprando una entrada oficial, pero terminan haciéndolo con un intercesor que encarece el precio. Eso ha generado un fuerte rechazo público, amplificado por incidentes populares donde eventos de alta demanda tienen boletos agotados en segundos, solo para reaparecer a precios muy superiores.
El litigio no solo busca sancionar a Ticketmaster y Live Nation, sino cambiar la estructura misma del mercado de venta de boletos. Si las demandas prosperan, podrían derivar en regulaciones más estrictas: límites reales a la reventa, bot-management más riguroso, obligación legal de que los precios finales sean visibles desde el principio, sanciones por prácticas engañosas, e incluso intervención antimonopolio. Bajo esta presión, una industria que se ha movido durante mucho tiempo en zonas grises legales, quizás tenga que volverse más justa y transparente.
Sin edulcorantes: si bien el entretenimiento siempre ha tenido un componente de especulación, lo que acusa la FTC es que la brecha entre lo legal y lo abusivo se ha hecho intolerable. Los artistas, los promotores y los fans ya no pueden separar lo que es mercado de lo que es explotación encubierta. Y cuando la venta de un boleto deja de ser un simple intercambio económico para convertirse en una batalla desigual, la justicia tiene que intervenir.