Berkshire Hathaway, el conglomerado de Warren Buffett, cerró oficialmente un capítulo de 17 años al desprenderse de su participación en BYD, el gigante chino de autos eléctricos que alguna vez fue la gran joya de su portafolio. Lo que comenzó en 2008 con una inversión de 230 millones de dólares por el 10 % de la compañía se convirtió en un retorno de más de veinte veces su valor original, tras un ascenso meteórico que posicionó a BYD como el principal rival de Tesla.
La decisión de Berkshire se produce en un momento delicado para el fabricante chino, que enfrenta caída en ventas domésticas, reducción de su meta anual de producción y la presión de una campaña estatal contra las guerras de precios en el sector . Para muchos, la salida de Buffett simboliza no solo una toma de ganancias, sino también una señal de cautela frente al nuevo escenario competitivo y regulatorio en China.
Desde BYD, el mensaje fue diplomático: agradecimiento por la “compañía y ayuda durante 17 años”, minimizando la venta como una operación bursátil normal. Sin embargo, el retiro completo del “Oráculo de Omaha” marca un antes y un después. Si Buffett, emblema de la paciencia inversora, ya no ve valor en el mayor productor de autos eléctricos del mundo, las preguntas sobre el futuro del sector en China adquieren un matiz más urgente.
El caso ilustra la tensión entre éxito pasado y desafíos futuros: lo que alguna vez fue una de las inversiones más visionarias de Buffett ahora se convierte en un recordatorio de que, incluso en la era de los autos eléctricos, nada es eterno en los mercados.
