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Ciencia y Salud

“Modo Niño”: el fenómeno que está reconfigurando la salud mental adulta

Las personas afectadas adoptan dinámicas propias de la infancia como una forma de refugio emocional frente al colapso psicológico.

En medio del torbellino de un mundo hiperproductivo, emocionalmente demandante y marcado por un trauma colectivo aún no procesado del todo, una nueva tendencia psicoemocional ha comenzado a emerger con fuerza en la consulta terapéutica, las redes sociales y los espacios de autoexploración. Lo llaman “Modo Niño” (Kid Mode): una suerte de regresión consciente e inconsciente a comportamientos, rutinas y emociones infantiles como mecanismo de defensa ante el agotamiento adulto.

Un estudio reciente publicado explora este fenómeno con profundidad y sin estigmas, revelando cómo personas aparentemente funcionales —profesionales exitosos, padres de familia, cuidadores, emprendedores— están “apagando” sus funciones ejecutivas y adoptando dinámicas propias de la infancia como una forma de refugio emocional frente al colapso psicológico.

No se trata de capricho ni inmadurez. Es un patrón que aparece en adultos expuestos a niveles prolongados de estrés, trauma, ansiedad o disociación emocional, que de forma consciente o no, buscan en los rituales de la infancia una forma de seguridad y autorregulación.

Dormir con peluches, ver caricaturas, comer alimentos reconfortantes como cereales azucarados, evitar responsabilidades básicas o incluso hablar en tercera persona son algunas de las expresiones visibles de este estado. Pero el corazón del fenómeno es más profundo: se trata de un mecanismo de autoprotección cuando el mundo adulto se vuelve invivible.

Especialistas en salud mental coinciden en que el “Modo Niño” no debe ridiculizarse. Al contrario, puede ser una forma temporal y adaptativa del cerebro para hacer frente al agotamiento emocional crónico.

El psicólogo clínico Ryan Howes explica que este patrón suele surgir cuando se activan memorias sensoriales vinculadas al cuidado, la inocencia o la contención. En muchos casos, el “Modo Niño” aparece en personas que no tuvieron infancias emocionalmente seguras, o que enfrentaron responsabilidades adultas desde muy jóvenes.

Y hoy, en un contexto postpandémico, con crisis económicas, violencia social, guerra informativa y vínculos inestables, el deseo de regresar simbólicamente a un lugar seguro está lejos de ser irracional. Es humano.

Aunque en ciertos casos este tipo de regresión puede ser inofensiva —incluso útil como técnica de autorregulación emocional—, su persistencia o intensidad puede ser un signo de que la persona necesita ayuda profesional.

Cuando el “Modo Niño” impide tomar decisiones, mantener vínculos sanos, trabajar o cuidar de sí mismo, se convierte en una manifestación de algo más profundo: trauma no procesado, burnout extremo o incluso trastornos disociativos.

La clave, dicen los terapeutas, está en mirarlo sin juicio, identificar su causa, y acompañar el proceso con contención psicológica adecuada.

El fenómeno también pone en evidencia una crisis estructural de la adultez. En un modelo social que exige productividad constante, madurez emocional y autosuficiencia sin tregua, muchos adultos sienten que no hay espacio legítimo para la fragilidad, la ternura o la pausa.

Las redes sociales, por su parte, han amplificado esta tendencia, convirtiendo algunos aspectos del “Modo Niño” en estética viral: pijamas con personajes, kits de autocuidado pastel, playlists de cuna y rutinas para “reparentarse” a uno mismo.

Lejos de ser simple nostalgia, estas prácticas son respuestas emocionales a un sistema que no permite ser adulto sin romperse en el intento.

El “Modo Niño” no es una enfermedad ni una moda. Es una narrativa emocional que emerge cuando los mecanismos adultos de afrontamiento fallan, cuando el cuerpo y la mente gritan por descanso, consuelo y cuidado.

Tal vez el verdadero problema no sea que los adultos quieran volver a ser niños… sino que el mundo adulto se ha vuelto, para muchos, un lugar hostil e intransitable.

Y en esa regresión, por extraña que parezca, puede haber un pedido urgente de amor, de atención, de pausa. Una oportunidad para sanar lo que no se cuidó a tiempo. Porque a veces, para volver a crecer, primero hay que saber cómo —y desde dónde— volver a empezar.

 

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