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Ciencia y Salud

Tapping: la terapia del golpeteo que gana adeptos en América Latina

La terapia dice poder calmar una crisis de ansiedad o liberar un trauma con solo usar los dedos.


En medio de una era marcada por el agotamiento emocional, el estrés crónico y la ansiedad colectiva, emerge una técnica terapéutica que ha conquistado redes sociales, salas de consulta y grupos de ayuda en todo el continente: el “tapping”, también conocido como EFT (Emotional Freedom Techniques). Con una coreografía que mezcla golpecitos suaves sobre puntos específicos del cuerpo y afirmaciones verbales positivas, esta práctica ha sido definida por sus seguidores como una medicina emocional sin pastillas, y por sus detractores, como pseudociencia disfrazada de mindfulness.

Aunque nacida hace más de tres décadas en Estados Unidos, vive hoy un resurgimiento explosivo gracias a plataformas como TikTok, YouTube e Instagram, donde terapeutas alternativos y coaches emocionales enseñan a miles cómo calmar una crisis de ansiedad o liberar un trauma con solo usar los dedos.

¿Qué es exactamente el “tapping”?

El tapping consiste en dar ligeros golpecitos con los dedos —una suerte de digitopuntura— en puntos específicos del cuerpo, principalmente en la cara, el pecho y las manos, mientras se verbalizan pensamientos o emociones que generan malestar. La técnica, según sus creadores, busca desbloquear flujos energéticos y reprogramar la respuesta del sistema nervioso frente al estrés, el miedo o el dolor emocional.

Los puntos donde se aplica el golpeteo coinciden, en su mayoría, con meridianos de la medicina tradicional china. El proceso suele comenzar reconociendo un problema (“aunque tengo ansiedad…”), seguido de una afirmación de autoaceptación (“…me acepto profunda y completamente”), y luego una secuencia de tapping mientras se repiten frases asociadas al conflicto emocional.

Entre la neurociencia y el placebo

A pesar de su apariencia poco ortodoxa, el tapping no ha pasado desapercibido por la comunidad médica. Existen estudios preliminares que muestran mejoras en síntomas de ansiedad, fobias, insomnio y estrés postraumático, aunque gran parte de la evidencia aún es considerada insuficiente o metodológicamente débil por instituciones académicas convencionales.

El debate está servido: ¿el tapping funciona por su base neurofisiológica o por su efecto placebo amplificado por la sugestión y la repetición? Lo que parece claro, como señala The New York Times, es que el acto de detenerse, respirar, tocarse el rostro con suavidad y hablarse con compasión ya es en sí mismo una intervención terapéutica poderosa, incluso si su efectividad no se explica del todo.

América Latina: tierra fértil para las terapias cuerpo-mente

En países como México, Colombia, Chile y Argentina, donde el acceso a salud mental profesional sigue siendo limitado y costoso para la mayoría, el tapping ha encontrado un público dispuesto a explorar soluciones alternativas. Psicólogos, coaches y terapeutas holísticos integran esta técnica a sus sesiones con creciente frecuencia, mientras miles aprenden por su cuenta a través de tutoriales gratuitos.

Pero este auge también ha despertado preocupaciones. La ausencia de regulación, la proliferación de gurús sin formación formal y la promesa de “curación rápida” frente a traumas profundos puede ser peligrosa, advierten expertos en salud mental. El tapping, coinciden varios profesionales, puede ser útil como complemento, pero nunca como reemplazo de un tratamiento clínico serio en casos de depresión, abuso o trastornos severos.

Una búsqueda de alivio en tiempos convulsos

Más allá de las discusiones académicas, lo que revela el fenómeno del tapping es una necesidad colectiva de reconexión emocional. En un mundo acelerado, hiperdigitalizado y saturado de estímulos, cientos de miles de personas encuentran consuelo en el acto íntimo de tocar su cuerpo, nombrar su dolor y afirmar que merecen estar en paz.

Es probable que el tapping no sea una cura mágica. Pero también es cierto que muchas veces, el simple hecho de creer que algo puede ayudar —y darse permiso para sentir— es el primer paso hacia una sanación más profunda.

Entre el escepticismo y la compasión

El tapping camina sobre una cuerda floja entre lo alternativo y lo clínico, lo empírico y lo emocional. Y aunque el debate científico continúa, su expansión revela una verdad incómoda: los sistemas tradicionales de salud no están siendo suficientes para contener el dolor emocional de nuestras sociedades.

Tal vez por eso, en un rincón del mundo, una mujer golpea suavemente su pecho mientras repite que está a salvo. Y en otro, un adolescente toca su frente para calmar el pánico antes de un examen. No son rituales vacíos. Son estrategias de resistencia en un mundo cada vez más ansioso.

Y quizás ahí, más allá del juicio técnico, el tapping ya esté cumpliendo su propósito.

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