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Según datos recientes de Spotify México, los artistas del país han facturado más de 6,800 millones de pesos a través de la plataforma de streaming durante el último año, consolidando a México como una potencia creativa y económica en la industria musical global.
Esta cifra, equivalente a más de 400 millones de dólares, representa mucho más que un récord financiero. Es el reflejo de una transformación cultural, tecnológica y generacional que ha catapultado al regional mexicano, al pop urbano y a otros géneros locales al centro del escenario mundial. La cifra marca un hito no solo para el país, sino para América Latina. México es hoy el cuarto país del mundo que más escucha música en Spotify, después de Estados Unidos, Brasil e India. Pero lo más relevante es que sus artistas ya no se limitan al consumo nacional: más del 65% de las reproducciones provienen del extranjero. Peso Pluma, Natanael Cano, Carin León, Grupo Frontera, Danna Paola, Christian Nodal y Santa Fe Klan son apenas algunos ejemplos de esta nueva ola de músicos que han trascendido fronteras y etiquetas. Lo regional ya no es periférico: es mainstream.
Spotify afirma que más de 2,400 artistas mexicanos generaron ingresos significativos en la plataforma en 2023, y que al menos 1,400 lo hicieron por encima del millón de pesos anuales. Si bien el dato sugiere una mayor distribución del éxito, también levanta preguntas: ¿quiénes concentran la mayoría de esos ingresos? ¿Cuánto llega realmente al artista y cuánto se queda en manos de disqueras, agregadores y plataformas? El modelo de pagos por reproducciones —calculado por stream y sujeto a variables como tipo de cuenta, región y royalties— sigue siendo objeto de crítica por su opacidad y desigualdad estructural.
El streaming ha alterado radicalmente el viejo mapa de la industria musical. Ya no se trata de vender discos o conseguir airtime en radio. Hoy, el algoritmo dicta tendencias, y las playlists editoriales de Spotify, Apple Music y YouTube son la nueva programación estelar. En este contexto, los artistas que entienden la lógica de plataformas, redes sociales y audiencias globales tienen ventaja. Muchos músicos mexicanos emergentes están construyendo carreras multimillonarias desde sus habitaciones, sin firmar con disqueras tradicionales.
Aunque la cifra de 6,800 millones de pesos es histórica, también obliga a mirar hacia adelante. Los desafíos son múltiples: profesionalización, derechos laborales, propiedad intelectual, salud mental en la fama digital, y el riesgo de una burbuja algorítmica que favorece lo viral por encima de lo diverso. Asimismo, urge mejorar la educación digital y financiera de los nuevos talentos para evitar que el éxito momentáneo se diluya en contratos injustos o decisiones precipitadas.
México no solo exporta talento: ahora exporta industria musical. La cifra de Spotify es el termómetro de una revolución en curso, donde la cultura local se vuelve global, y donde la música mexicana —desde el corrido tumbado hasta el electropop— se consolida como una fuerza comercial y simbólica de primer nivel. Detrás de cada stream hay una historia. Detrás de los 6,800 millones de pesos, hay un país que ha encontrado en su música una forma de conquistar el mundo.
