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Política Internacional

La memoria de Hiroshima: Un llamado urgente contra la disuasión nuclear

Se cumplen 80 años del lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima.


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En Hiroshima, se cumplen 80 años desde aquel amanecer oscuro del 6 de agosto de 1945, cuando la bomba nuclear desató su poder destructor sobre la ciudad. La conmemoración reunió a 55 000 personas, incluidas delegaciones de 120 países, que se congregaron en el Parque Conmemorativo de la Paz para honrar a las víctimas con silencio, palomas alzando el vuelo y plegarias llenas de memoria. 

El rostro del homenaje fueron los hibakusha, los sobrevivientes de la bomba atómica, cuyo número ha caído por debajo de los 100 000 y cuya edad promedio supera los 86 años. Muchos lamentaron que esta podría ser una de sus últimas conmemoraciones. Su voz, cargada de horror y resistencia, se alzó con un mensaje urgente: el mundo no puede normalizar ni romantizar las armas nucleares como estrategia de seguridad. 

El alcalde Kazumi Matsui advirtió a la comunidad global que aceptar armas nucleares como mero disuasivo es un error que pone en riesgo a las nuevas generaciones. Señaló que Estados Unidos y Rusia poseen juntos el 90 % del arsenal mundial y recalcó la necesidad de fortalecer el compromiso por el desarme. El secretario general de la ONU, António Guterres, acompañó ese llamado, enfatizando la urgencia de evitar que conflictos regionales exacerben el riesgo nuclear. 

Mientras los testimonios recogían el peso de una memoria que ya solo reside en unos pocos supervivientes, entre ellos aquellos llamados “doble hibakusha” que vivieron ambos bombardeos, emergió una creciente frustración: Japón no ha firmado el Tratado sobre la Prohibición de Armas Nucleares de 2021, alegando su dependencia del paraguas nuclear estadounidense. En contraste, organizaciones de sobrevivientes como Nihon Hidankyo —recién galardonada con el Nobel de la Paz— exigieron una acción internacional más concreta e incluyente. 

También resonó la condena del Papa Leo XIV, el primer pontífice nacido en EE. UU., quien calificó al concepto de disuasión nuclear de una “seguridad ilusoria” y urgió al mundo a elegir el diálogo por sobre la devastación. Su mensaje, lanzado durante su audiencia semanal, fue respaldado por cardenales y obispos presentes en Hiroshima. 

Esto marca un punto de inflexión simbólico: mientras la generación que vivió el infierno nuclear se apaga, también se pretende encender una nueva conciencia global. Las ceremonias de este año no fueron solo actos de recuerdo, sino llamados claros a repensar la lógica estratégica del siglo XXI y rescatar la voz de aquellos que aún pueden narrar lo inimaginable. Si no los escuchamos ahora, tal vez ya sea demasiado tarde.

 

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