Pese al paso implacable del tiempo, hay estructuras que logran desafiar los siglos con una belleza que no se marchita. Así lo confirma la más reciente encuesta global de Architectural Digest, que en su edición de 2025 ha nombrado al Taj Mahal como el edificio más hermoso del mundo. Este reconocimiento no solo celebra la elegancia arquitectónica de este mausoleo mogol del siglo XVII, sino que también revalida su estatus como símbolo universal de amor eterno, ingeniería sublime y arte trascendente.
Ubicado en Agra, India, el Taj Mahal fue erigido entre 1632 y 1648 por orden del emperador Shah Jahan en memoria de su esposa favorita, Mumtaz Mahal. Más allá de la narrativa romántica que lo envuelve, su perfección simétrica, la pureza de su mármol blanco, sus minuciosos detalles florales y caligráficos, y el equilibrio geométrico que lo rodea lo convierten en una obra maestra indiscutible de la arquitectura mundial.
Lo relevante del reconocimiento otorgado por Architectural Digest no es solo el título —que ya había recaído en el Taj en anteriores ediciones—, sino el contexto actual en el que se da. En un siglo marcado por la inteligencia artificial, los rascacielos de vidrio, los diseños paramétricos y la arquitectura sostenible, el mundo vuelve su mirada hacia un monumento clásico que no necesita de algoritmos ni realidad aumentada para deslumbrar.
El Global Poll de este año involucró a más de 200 arquitectos, historiadores del arte, fotógrafos y críticos de todo el planeta, quienes destacaron al Taj Mahal como una “proeza emocional y estética que trasciende culturas, religiones y generaciones”. En la misma lista figuran otros íconos contemporáneos como el Museo Louvre de Abu Dhabi, la Ópera de Sídney, el Templo Lotus en Nueva Delhi, y la Sagrada Familia de Barcelona, que ocupó el segundo lugar.
Lo que distingue al Taj Mahal, según los expertos, es su capacidad para generar una respuesta casi visceral en quien lo observa. No se trata únicamente de su simetría perfecta o sus reflejos inmaculados en el estanque frontal. Se trata de una arquitectura que comunica algo profundo: una herida transformada en belleza, un duelo que se convirtió en arte, un acto de construcción que es, en esencia, una historia de pérdida sublimada.
A casi 400 años de su edificación, el Taj Mahal sigue convocando a millones de visitantes cada año y resiste desafíos contemporáneos como la contaminación, el turismo masivo y el deterioro estructural. India ha invertido recursos significativos en su conservación, conscientes de que el monumento no es solo una joya nacional, sino un legado del patrimonio cultural de la humanidad.
El veredicto de Architectural Digest nos recuerda que, en una época de innovación constante, hay ciertas formas de belleza que no necesitan actualizarse. Que incluso en el siglo XXI, un edificio nacido de la tristeza puede seguir siendo la estructura más hermosa del mundo. Porque hay monumentos que no solo se miran: se sienten. Y el Taj Mahal, sin duda, es uno de ellos.