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Las carreras universitarias más lucrativas en América Latina: entre la vocación y la rentabilidad

¿Qué carrera universitaria garantiza una vida mejor?


En un continente donde la educación superior sigue siendo un puente —a veces frágil— entre el esfuerzo individual y la movilidad social, la pregunta que se repite en millones de hogares es tan antigua como urgente: ¿qué carrera universitaria garantiza una vida mejor? En América Latina, donde el desempleo juvenil, la informalidad y la emigración calificada son realidades persistentes, la respuesta es compleja. Pero los datos empiezan a trazar un mapa claro: no todas las profesiones valen lo mismo, ni todas ofrecen el mismo retorno.

Informes recientes del BID, el Observatorio de Empleo de varios ministerios de Educación y plataformas como Laborum, Bumeran o Glassdoor, coinciden en un ranking regional donde las carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas) siguen liderando la tabla de ingresos medios más altos en países como México, Colombia, Chile, Perú y Argentina.

Estas son, de forma recurrente, las profesiones mejor pagadas: Ingeniería en software y ciencias de la computación, impulsadas por la digitalización regional y la exportación de talento a empresas extranjeras, estas carreras ofrecen sueldos iniciales que duplican los de otras áreas. En México o Chile, por ejemplo, un ingeniero de software puede ganar entre $1,500 y $3,500 USD mensuales desde los primeros años. Medicina: a pesar de la alta inversión en tiempo y dinero, la carrera médica se mantiene como una de las más lucrativas, especialmente en áreas especializadas como cardiología, cirugía, dermatología y anestesiología. En países como Brasil y Colombia, los especialistas pueden superar fácilmente los $5,000 USD mensuales. Ingeniería civil, industrial y minera: en economías extractivas como Perú o Chile, estas ingenierías siguen siendo pilares del crecimiento y ofrecen altos ingresos, especialmente para quienes se insertan en grandes corporaciones o proyectos internacionales. Finanzas, economía y negocios internacionales: en centros financieros como Ciudad de México, Bogotá o São Paulo, los perfiles financieros bien formados, especialmente con posgrados, acceden a posiciones con salarios de alto rango en consultoras, bancos o multinacionales. Derecho corporativo: si bien la carrera de derecho está saturada en muchos países, quienes se especializan en áreas como propiedad intelectual, derecho tributario o compliance tienen salidas laborales bien remuneradas, sobre todo en firmas internacionales o como asesores de empresas globalizadas.

Carreras como educación, humanidades, arte, sociología o periodismo enfrentan en cambio una difícil realidad: alta vocación, pero baja rentabilidad. La brecha entre lo que aportan al tejido social y lo que reciben en retorno económico es abismal. En muchos países de la región, los docentes ganan salarios por debajo del promedio nacional, incluso con posgrado.

Lo preocupante no es solo el desequilibrio entre carreras, sino la desigualdad de acceso a las más rentables. En muchas universidades públicas de élite (como la UNAM, la UBA o la Universidad de São Paulo), las carreras STEM son altamente competitivas y demandan formación previa que no siempre está al alcance de estudiantes de contextos vulnerables.

Esto perpetúa un ciclo: quienes acceden a mejores colegios y preparación técnica, estudian carreras mejor pagadas; quienes no, quedan relegados a opciones saturadas, precarias o mal remuneradas. La meritocracia, así, termina siendo un espejismo.

No todo está perdido. Programas de becas, alianzas universidad-empresa, certificaciones digitales y educación online están abriendo caminos antes impensables. Además, cada vez más jóvenes buscan equilibrar ingresos con impacto, preguntándose no solo “cuánto voy a ganar”, sino también “¿qué quiero transformar?”.

En América Latina, estudiar sigue siendo una inversión de riesgo. Elegir una carrera es apostar por un futuro en territorios a menudo inestables. Pero los datos son claros: quien combina talento, estrategia y adaptabilidad puede —aun en contextos adversos— alcanzar un retorno tangible.

En un continente con hambre de equidad y desarrollo, el conocimiento sigue siendo la moneda más poderosa. Aunque no todas las carreras paguen lo mismo, todas tienen un papel que cumplir. Y quien logra unir vocación y rentabilidad, está —sin duda— del lado de los que cambian las reglas del juego.

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